Me informó la profesora Rosa Emilia
Hernández del deceso del doctor Miguel Guevara Madrid. Me dijo que falleció el 2 de julio
(2019) a la edad de 85 años puesto que había nacido en 1934 en esta Ciudad Bolívar cuando el hombre fuerte de Venezuela agonizaba
en Maracay y en el Estado Bolívar
gobernaba el académico barquisimetano Antonio Álamo
Miguel nació cerca de una botica que
vendía de todo y que quizás despertó en él desde muy temprano llegar a ser algo más que un simple boticario de
pueblo, Farmacéutico, tal vez, como lo fue también Ramón Castro Mata y Paúl von Büren y es
más, con Farmacia propia como la estableció haciendo toda clase de esfuerzo,
entre las avenidas Sucre y prolongación 5 de julio, poco antes del Mercado
Periférico. Pero estar detrás de un
mostrador o en un laboratorio preparando en retortas los récipes médicos no era
suficiente, por eso quiso ir más allá, llevar sus conocimientos de física y
química hasta las aulas de los liceos y universidad y así lo hizo sin reparos y
con buena estrella y un tanto inquieto por las discusiones y comentarios de sus
alumnos sobre los problemas del sexo, habló con el psiquiatra Miguel Grau y el
ex rector de la UCV Jesús María Bianco e hizo un postgrado de sexología que es
el
estudio sistemático del hecho sexual humano, desde todas sus
perspectivas, filogenéticas, ontogenéticas, antropológicas, socioculturales,
fisiológicas, pedagógicas, clínicas e investigativas. Entonces Miguel Guevara Madrid era mejor
conocido como sexólogo que como profesor o farmacéutico,
Lo conocí
cuando solo me dirigía hacia Caratero y mi
camioneta Chevrolet Recod sufrió un accidente y frenó su auto a mi lado para
averiguar que me ocurría. Miguel siempre viajaba a su fundo en el interior
acompañado de un mecánico porque era una persona muy previsiva y sin pensarlo
mucho me auxilió con su generosa bondad
de samaritano y hasta mandó al mecánico a comprarme el repuesto a la ciudad. Jamás puedo olvidar ese gesto muy digno de me
masón. Entablamos una amistad aunque
distante y una vez me invitó a su casa para que observara una bandada de pájaros que todas
las mañanas se disputaban las frutas que su esposa les ofrecía en un lugar estratégico de la arboleda de la casa. No fue posible que lo complaciera y hoy lo
lamento como lamento profundamente su partida silenciosa de este mundo. (AF)
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