Rogelia Acuña, poeta, abogado y Jueza; hermana menor de Manuel Acuña, topógrafo, adicto al Jazz y la Bosa nova; hermana también de Elsa Acuña, secretaria que fue del profesor de castellano y literatura José Simón Escalona, esposa ella del carpintero Arenas que fabricó las puertas de mi casa.
Rogelia,
aficionada a la música culta, vivía en Ciudad Bolívar donde es nativa,
pero ejercía como Jueza de la Isla de Coche
a donde iba una semana cada mes porque en esa pequeña isla de pescadores
y navegantes marinos, casi nunca se dan hechos o juicios de tribunales. Una vez me invitó que la acompañase a la
Isla. Nos dimos unas cuantas zambullidas
en la Playa de Punta Honda donde había tantos camarones que llenamos uno de
esos baldes grandes utilizados en los veleros.
Sabiendo Rogelia de mi amistad con el pintor onírico
José Martínez Barrios, me dijo que se lo presentara, La llevé a su casa en la calle Democracia y
Martínez Barrios quedó tan impresionado que la invitó posara para él porque
quería hacerle un retrato. Así lo hizo
en varias sesiones, pero la última vez que la llevé, el pintor se puso
furiosamente celoso.
Un día Rogelia abandonó la ciudad y se residenció en
Maracay donde contrajo matrimonio con
uno de su profesión y ambos vivía felices y contentos hasta que durante unas
vacaciones en Margarita, a su esposo se le fracturó el corazón y Rogelia, sin
trámite ni lloriqueos, pero sí con mucho temple, embarcó el cadáver en su camioneta y lo
condujo a la tierra donde había nacido su consorte. Allá se quedó ella hasta el sol de hoy. (AF)
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