Cipriano Castro antes de llegar a la Presidencia
de la República mató a un sacerdotes de su pueblo que según le había comunicado
su Madre veía a su hermana con ojos lascivos. Bastó esto para que Castro
montara en ira, fuese a la Casa Parroquial, tocara la puerta y recibiera al
Cura, sin mediar palabra, y le disparara a quema ropa, lo cual, años
después, le trajo problema cuando le tocó ser padrino de uno de los hijos de su
compadre Juan Vicente Gómez. Esto es lo que dice Arturo Uslar Pietri en su
novela “Oficios de difunto” donde Castro aparece con el nombre de “Carmelo Prato”. y Gómez con el nombre de Pelaez. ¿Ficción? En la novela, aunque sea histórica, cabe la
ficción. Pero de que hubo un incidente, lo hubo, a juzgar por lo que dice Tomás
Polanco Alcántara en un “Esquema biográfico” sobre Castro:… “La familia vio con agrado la presencia de
Cipriano en el Seminario donde parece
que fue un gran alumno después de tres años de vestir la sotana, durante los
cuales iba en vacaciones a ayudar al párroco amigo, un serio conflicto motivado
por su carácter, le hizo abandonar los hábitos y volver a la vida civil” (AF).
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