Santiago Alacayo, un periodista agudo y de hablar pausado que se firmaba con el seudónimo “Don Plinio” estaba mejor dotado que Armando Buendía, según las amigas vecinas de la Vuelta del Cacho del barrio La Sabanita donde vivía, y ello lo constató el reportero gráfico, Roberto Rojas, el día que entró al sanitario de una Cervecería y vio un hombre semi-calvo, con lentes negros, que orinaba en la poceta. ¡Caramba, si es Don Plinio! exclamó y le preguntó ¿Y eso que es, amigo, una caña de pescar?
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