martes, 11 de diciembre de 2018

EL PERIODISTA EDUARDO SANTANA




     Santana como todo ser humano ha cometido errores y a pesar de la experiencia acumulada aún no está exento de cometerlos, al fin y al cabo el hombre aprende errando y más los autodidactas como él. Nadie por cometer en primera instancia un error puede ser catalogado de estúpido. Estupidez sería permanecer en el error y en su caso no es de los que chocan dos veces con la misma piedra. Así se lo hizo saber a los estudiantes de Comunicación Social el día en que el director de la Escuela, Eleazar Díaz Rangel, lo invitó para narrar sus anécdotas y equivocaciones a manera de lección.
     Cuando los grupos guerrilleros aún se hacían sentir en muchas zonas del país, Eduardo Santana era jefe de prensa de Ecos del Orinoco, emisora dirigida a fines de los años del 60 por Juan Parra Tovar, quien lo mandó a buscar expresamente en un carro libre a su casa y lo reprimió por no estar al tanto de una noticia “Tubazo” de trascendencia internacional que se estaría gestando por grupos guerrilleros en el propio Estado Bolívar.
     -Te fijas, tú eres periodista y no tienes las fuentes que yo tengo –lo increpó el director de la emisora señalándole la inminencia de una invasión a la Guayana Esequiba por parte de grupos guerrilleros del Oriente del país. Toma el grabador y vete a la Plaza Bolívar con toda la prudencia y previsiones del caso donde te está esperando el comandante Pablo y su ayudante Olga para unas declaraciones exclusivas.
     El guerrillero y comandante Pablo existía y se había fugado de La Pica en esos días, de manera que la información le cuadraba y le daba visos de credibilidad el hecho de que Parra Tovar, quien tenía fama de tacaño había sido ese día directamente espléndido con Santana y hasta le había puesto un carro libre a su disposición.
     Santana, armado de grabador y micrófono, se llegó hasta la Plaza Bolívar y vibró de emoción incontenible al ver un hombre sentado cerca de la torre de la Catedral con gorra, camisa verde oliva, botines y una mujer abrazada a su lado. Se dio una y otra vuelta inquieto, nervioso. La pareja se hizo la desentendida y no le paró al comienzo, luego lo miró y se tornó recelosa, pero Santana se arriesgó a su lado y lanzó a la volandera la primera interrogante:
     -Bueno y ¿Cuándo toman la Guayana Esequiba?
     El tipo por quitarse al intruso o seguirle la corriente le respondió:
     -Eso es un palo dado.
     -¿A qué hora? Repreguntó Santana sobre la marcha.
     -Al amanecer –respondió contundente el supuesto guerrillero.
     -Y ¿Ella?
     -Ella es mi ayudante.
     Cuando le dio esa repuesta tan coincidente, se dirigió a la mujer, le dio la mano y sintió callosa la de ella, lo cual le hizo pensar en lo agreste de la montaña, en la dureza de esa vida y en la práctica de las armas. Cortó emocionado la entrevista y voló a la emisora a lanzar con fanfarria la primicia del año.
     El Gobernador Carlos Eduardo Oxford Arias se afeitaba en la Barbería Madrid entre las calles Bolívar y Dalla-Costa cuando Santana bajaba casi brincando y le hizo señas para que sintonizara la radio. Luego volvió a subir para sorprender con la noticia a Andrés Ernesto Bello Bilancieri, quien era directo de El Bolivarense, el gobernador al verlo salió a al calle con pechera blanca y rostro enjabonado. Lo reprimió:
     -¡Santana, que loqueras son esas!!!
     -Eso mismo que escuchó, Gobernador. Mañana usted lo confirma o lo niega.
     Bello Bilancieri le pidió redactara tres cuartillas para abrir a página completa y Santana escribió una novela.
     Santana durmió esa noche en la radio para no perderse un instante de las repercusiones de la “gran noticia”. Ese día se levanto más temprano de lo normal y a las  6 de la mañana salió a comprar la prensa, pero la noticia no apareció por ningún lado. Qué frustre. A esa misma hora despertó a Bello de un telefonazo y este le respondió: “¡Qué bolas, Santana… mañana hablamos!” y cerró el teléfono. Todo había sido una imperdonable broma de mal gusto –una más de tantas- del colega Enrique Aristiguieta que Parra Tovar, ingenuamente, se la tragó completita.
     Santana contando su anécdota a los estudiantes de periodismo, reflexionó: “me dolió ese error, pero no estoy inconforme porque lo hice de buena fe”. (AF)
    


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