Tal
vez por ser niño travieso mi Madre me llevó a la casa de una señora llamada
Angélica, quien desnudó me introdujo en un cuarto penumbroso donde me santiguó
con un ramo de olivo para quedar, según me dijo, curado contra todos los males. Más tarde un sacerdote Carmelita nativo de
Cataluña llamado el Padre Agustín me dijo yo tenía no sé por qué, un ángel
tutelar que guarda mis espaldas. Lo
cierto es que me lo creí cuando tratando a nado de alcanzar a un barco anclado
muy fuera de la playa sufrí calambre y
me ahogaba cuando uno de la competencia llamado Marcos Lunar López me
salvó llevándome hasta la orilla. Ya en
Ciudad Bolívar, conducía solo una lancha con motor fuera de borda cuando ésta
se trambucó al tiempo que pasaba un italiano
de la ferretería Uraima rasgando el río en una lancha deportiva y me socorrió
evitando que me tragaran las aguas del
Orinoco. Siendo directivo urredista viajaba con Humberto García y Lugo Bello desde El Dorado a Tumeremo cuando el conductor
perdió el control y el jeep en que viajábamos cayó precipitosamente debajo de un
puente sin que sufriéramos algún rasguño Años después, siendo periodista, a la avioneta
donde iba hasta Guasipati, le explotó en
el aire un cilindro y cayó en plena selva sin que los ocupantes sufriéramos más
que el gran susto. (AF)
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