Las colas humanas en los bancos y otros establecimientos como la tos no se pueden
esconder. Por dentro o por fuera siguen
siendo colas. Cuando muchacho recuerdo que llegaban a Los Morichales por temporada bandadas de pájaros que conocíamos como “Rabo largo”
porque además de vistosos lucían una cola más larga que las de su especie y que
nosotros bajábamos de las matas con la puntería de nuestras hondas. Los
desplumábamos y degustábamos en parrilla
colocada en cierto lugar de la Laguna que los parroquianos connotaron con el
nombre de “Mango Asao” tras un incendio que achicharró los frutos del mangal de
la Familia Cedeño y que aprovechaban largas colas de muchachos al salir de la
escuela. estas colas podrían ser benditas, pero las otras son una vergüenza, una humillación. (AF)
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