viernes, 15 de noviembre de 2019

MARIANA


Quienquiera sea creado del polvo al polvo ha de regresar 

algún día, dijo el poeta Benjamín Moloise en el cadalso por 

defender la igualdad de sus hermanos y Moloise se sintió 

fuerte y pudo retornar sereno y en el polvo está descarnado 

su cuerpo como también estará el cuerpo de Mariana.

Mariana, la mamaita-nina de Marisol y de Chemelo, no 

conoció a Moloise ni fue al cadalso a pagar una pena 

injusta, pero supo de su muerte en las páginas siembre 

abiertas del periódico de papá y ha debido sentir el frío 

pasmándose en sus huesos, ha debido presentir su propia 

muerte acechando como fantasma su inquieta adolescencia, 

ha debido intuirla muy próxima camino de la Universidad o 

en ese desvío interminable que al final la condujo hacia lo 

desconocido.

Que habría pensado Mariana sobre esa deidad que asfixió con su chal a Isidora Duncan que quería respirar la brisa cabalgando dichosa sobre ruedas; qué habría pensado Mariana sobre esa tétrica majestad imponderable que no perdona, que no perdonó a Aquiles, ni a Camus ni Andrés Eloy, que no ha perdonado a ningún periodista ni hijo de periodista, que nunca, para que no exista una gota de esperanza, ha perdonado a nadie, ni al propio hijo de Dios ni a su Madre sin pecado original concebida que también se llamó María como Mariana venida desde lo más profundo del amor. Qué habría pensado Mariana envuelta en las tablas del silencio. Mariana que a lo mejor fue poeta como Moloise ¿Quién a su edad no lo es? Que como él alentó sentimientos de justicia. ¿Quien a su edad no los tiene?, Mariana que a lo mejor fue todo eso y más, no tuvo un cadalso como el que malogró injustamente la vida del trovador negro, pero tuvo uno más terrible manejado por arcanos, terrible y desesperante como todos los cadalsos levantados para inocentes. Ella, por supuesto, no tuvo tiempo de rezar, decir adiós, ni de ponerse su traje de novia garza. La sorprendió la muerte sin más causa aparente que la verdad de ser bella y radiante como sol naciente, queriendo despertar rosas y claveles, mañanas hermosas, Colinas fértiles, aves parleras y aguas de torrenteras.

Recemos entonces por Mariana porque le ha tocado un final incomprensible. Apenas iniciándose la florescencia del cáliz vino el jardinero y cortó la flor. Lloremos entonces por  Mariana porque ya no estará más en el camino sino en nuestros corazones. /Américo Fernández.

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