miércoles, 26 de noviembre de 2014

Elixir de larga vida



Candelario nunca dice su edad.  Responde que su madre, tan longeva como él, jamás le dijo dónde, cómo y cuando nació, aunque lo supone por referencias familiares  y se conforma con la edad mayor o menor que la gente le quisiera calzar.  Eso lo tiene sin cuidado.  Para él es suficiente sentirse vivo y entero.  Por lo tanto, no celebra su cumpleaños como es tradición popular.  Para qué celebrar un año más de vida que a la postre es un año menos de vida y nadie, como se sabe, quiere la muerte. Dice creer más en la reencarnación que en la resurrección.  Él mismo se cree una reencarnación evolucionada, aunque tampoco descarta lo que afirma la ciencia genética. Según la madre, su  inmediato antecesor  siempre se veía joven y lozano a pesar de su edad avanzada.  Lo atribuía a la receta que en Madrid le dio el conde de Cagliostro, singular personaje italiano que recorrió las más importantes ciudades europeas sosteniendo poseer la piedra filosofal y el elixir de larga vida.  El se hizo rico vendiendo el agua de belleza, pero que no le prestó a una paisana arrugada que lo demandó hasta ser encarcelado en Roma donde murió a los cinco años de su cautiverio.  Honorato de Balzac escribió un cuento sobre ese mágico elixir. (AF)

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