Dime, Candelario, tú como
que tienes ese Televisor solo para decorar tu rancho. Lo digo porque nunca lo he visto
prendido. ¡Ah, amigo! Es que siento
pánico por las incesantes cadenas, pánico y también alergia. Seguramente que en mi cadena de ascendientes
hay esclavos negros, pienso yo. Las
cadenas extra largas, como las del difunto y su sucesor son las peores, no sólo por lo largo sino por la misma cantaleta. “Mucha arena y poco cemento” diría Ramón
Castro. Las cadenas siempre han sido odiosas y condenables desde los mismos
tiempos primitivos de la esclavitud. Hay
que ver lo que sufrieron esos pobres negro extraídos del África, eslabonados
unos con otros y arrastrando muchas veces las cadenas en pleno cautiverio. Ahora las cadenas no son materialmente eslabonadas con hierro para maltratar la carne
humana, sino eslabonadas con palabras permanentes como la gota de agua china
para subyugar la mente, el espíritu y la
conducta humana. La publicidad, la propaganda y el discurso por medios cibernéticos
a cada rato y en todo momento. Una manía
totalitaria y moderna de esclavizar. Nos
encadenan la mente y la conducta en forma tal que parecemos Zombi.
Las cadenas televisivas son el mejor invento para deformar u ocultar la
realidad y evitar que esta se manifieste en protesta a menos que se rompa por estar mal eslabonada,
por oxidación o mala fundición. Yo
prefiero la Cadena Capriles parecida a una cadena de oro o de plata comparada con la que nos ofrecen de forma gratuita,
pero abusiva todos los días por las
pantallas grandes y chicas. (AF)
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