miércoles, 3 de diciembre de 2014

El tatarabuelo del cachicamo



Leyendo "Los Humos y las Voces" de Sánchez Negrón que habla de una "luz amarillenta atravesando la llanura eterna de leprosos bíblicos" me acordé de la  mala suerte de su colega el joven poeta cumanés Cruz Salmerón Acosta que murió devorado por la lepra o Mal de Hansen como lo llaman ahora los científicos.  Mala suerte, digo yo, porque todavía Jacinto Convit no había nacido, aunque sí ya existía el Cachicamo que sirvió de conejillo de india al científico para desarrollar la vacuna contra es bíblica patología. A Jacinto no se le ocurrió otro animal sino el Cachicamo.  Ahora los campesinos le han cogido cierto temor  a ese armadillo de madriguera que se vuelve una pelota blindada cuando lo atacan.  El doctor Eduardo Jahn me dijo en cierta ocasión que me invitó a cenar en Restaurate "Valentina", que el cachicamo es el mismo armadillo, descendiente del Gliptodonte que ya no existe sino sus restos fosilizados, pero que vivió en la época cuaternaria, incluso aquí en Guayana.  De suerte que el tal gliptodonte ese viene siendo el tatarabuelo del Cachicamo que se parece a los gitanos por aquello de que nunca tienen un sitio fijo donde morar. Vaga por todos los monte  y como buen caballero andante, nunca abandona la coraza articulada que lo protege de sus enemigos, especialmente del campesino que adereza con su carne unos platos muy sabrosos. (AF)




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